El otro día me junté con unas amigas y mientras nos poníamos al día con las últimas novedades, llegamos a la conclusión que lo más sano para una es "hacer lo que nos hace bien sin pensar en la opinión de los demás" -hablamos de cosas que no perjudican a terceros, ¿no?-. Una amiga se hizo un piercing con el que estaba indecisa hacía meses y finalmente se decidió. Y hablabámos de eso, de esas pequeñas decisiones que nos llevan a "quienes queremos ser". Claro, un piercing para algunos puede parecer una pavada, o hasta una atrocidad -si sos muy exagerado- pero para otro puede ser parte de su identidad, de quién es, de quién quiere ser.
¿Quién queremos ser? Miles de veces tomamos decisiones que nos llevan a ese ser ideal en nuestra cabeza de quién queremos ser. Dicen que los 20s son la edad para experimentar. Hablemos de cosas "superficiales" y lo pongo entre comillas porque me refiero a aquellas cosas que van en la superficie, que se ven. ¿Cuántas veces pensamos en si comprar tal o cuál tipo de ropa que no nos animamos a usar? Ese tatuaje que nos tiene indecisos, un corte de pelo jugado... En fin, miles de cosas. Y ahora que lo pienso -porque yo escribo y pienso, y escribo cómo si les estuviera hablando, mate de por medio- no todo es "superficial". ¿Y si arranco esa actividad física? ¿Si empiezo ese curso? ¿Si me mudo allá? ¿Si hago ese viaje? Y podemos seguir con los interrogantes hasta mañana, pero no es el punto...
...el punto es que mientras muchos de nosotros, a mayor o menos escala, pensamos en quién queremos ser, hay millones que siquiera pueden ser.
A los días de juntarme con mis amigas, volvía del trabajo en bondi y pasé por un container de esos que ponen afuera de las construcciones y ví, a lo que yo entendí -desde mi miopía-, a un padre y su hijx, medio cuerpo adentro, revolviendo. El nene no llegaba a los 10 años, las patitas le colgaban. ¿Quién sabe cuánto tiempo había estado en esa pose, si el metal del container ya le lastimaba la panza y costillas? Y no pude evitar pensar "nosotras pensando en quién queremos ser y hay gente no puede siquiera ser". Tuve tantos sentimientos encontrados. Me cuestioné si éramos superficiales o ciegos. Si éramos egoístas. Si éramos conformistas. Probablemente seamos un poco de todo eso. Pero por otra parte, confirmé lo que siempre dije: no es nuestra responsabilidad cargarnos al hombro a todas esas almas "que no puden ser", pero sí es nuestra responsabilidad hacer todo lo que esté a nuestro alcance para aliviar la situación. Se trata de hacer las cosas bien, desde nuestro lugar. Se trata de no ignorar, de ver y hacer. No, no digo que pongamos todos una fundación -ojalá-, digo que abramos los ojos y veamos desde lo que hacemos todos los días, cómo podemos ayudar, cómo podemos mejorar.
Hace unos días hablabámos con compañeros de trabajo que me contaban que sus alumnos para el día de la primavera habían llevado comida y habían dejado todo hecho un desastre. Mi compañera los hizo ordenar. Hubo quien le dijo que "ellos pagaban una cuota para que la escuela esté limpia" a lo que mi compañera les contestó hablando de respeto. Y yo aplaudo de pie todas esas acciones. Un grupo de alumnos de un colegio privado limpiando su aula después de haberla ensuciado no van a sacar al padre y su hijo del container, pero aprendieron un poquito de valores. A eso me refiero. ¿Quién sabe? Quizá -en un mundo ideal- esos chicos mañana sean más conscientes, y pongan su granito de arena haciendo de esta una sociedad mejor.
Me fui por las ramas una vez más, pero para concluir a lo que voy es: no dejemos de querer ser, pero veamos a quienes todavía no pueden ser. Hay millones de personas que sí ven. Tenemos que resaltarlos más, compartirlos más, mostrarlos más. Querramos ser esas personas también.
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