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El sabio imperfecto

Como suele sucederme, anoche tenía un comienzo genial para este post y hoy... se evaporó.
Las personas van y vienen en nuestras vidas. Pero algunas quedan, por más que el tiempo o las circunstancias -a veces, hasta nosotros mismos- hayan provocado el alejamiento. Hace algunos meses me había acostumbrado y estaba cómodamente en el sillón de "no cuento con nadie, nadie cuenta conmigo". Una mentira que me creí por otras razones que no vienen a lo que escribo hoy. Un día, por suerte, por una carta, por añorar, por despertar, me levanté y descolgué el cartel. Detrás de eso vino el struggle de no saber qué hacer, cómo reaccionar frente a ciertas situaciones que otros le resultaban normal. Había perdido la empatía. Perdí muchas cosas cuando decidí sentarme en aquél cómodo sofá, pero estoy dispuesta a recuperarlas.
Ayer me dijeron, más de una vez "no estás sola, nosotras también pasamos por eso a veces". Siempre me sentí ajena a ese "no estás sola, hay gente que pasa por lo mismo". Porque esa masa de desconocidos que "están en la misma" no me sirve para sentirme mejor. En cierto punto, hasta creia que era un pensamiento más evolucionado no sentirse confortada en la masa. Pero ¿a quién engaño? Somos humanos, necesitamos al otro, somos el otro siendo nosotros -y miles de términos psicológicos más-. Así que sí, no está mal -me repito cuál mantra- confortarse en el pensamiento de no ser la única que siente o piensa así. El nivel de autoexisgencia que tenemos -tengo- con nosotros mismos es innecesario. Está bueno frenar y ver las cosas distinas. Está mucho mejor que alguien nos ayude a verlas distintas. Y por eso, les doy las gracias.

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